Somos la suma de cuatro hospitales: el General, el Infantil, el de la Mujer y el de Traumatología, Rehabilitación y Quemados. Estamos ubicados en el Vall d'Hebron Barcelona Hospital Campus, un parque sanitario de referencia internacional donde la asistencia es una rama imprescindible.
El paciente es el centro y el eje de nuestro sistema. Somos profesionales comprometidos con una asistencia de calidad y nuestra estructura organizativa rompe las fronteras tradicionales entre los servicios y los colectivos profesionales, con un modelo exclusivo de áreas de conocimiento.
¿Quieres saber cómo será tu estancia en el Hospital Universitario Vall d'Hebron? Aquí encontrarás toda la información.
La apuesta por la innovación nos permite estar en vanguardia de la medicina, proporcionando una asistencia de primer nivel y adaptada a las necesidades cambiantes de cada paciente.
La enfermedad coronaria incluye la enfermedad de las arterias coronarias. Estas arterias son las que irrigan el corazón. La enfermedad coronaria afecta aproximadamente a un 6% de la población adulta, aunque esta prevalencia presenta una tendencia al alza en los últimos años.
La enfermedad coronaria puede presentar diferentes síntomas, pero el más característico es la angina o dolor en el pecho. Además, se puede presentar acompañado de sudoración, falta de aire, dolor en el brazo o palpitaciones.
La enfermedad afecta más frecuentemente a hombres mayores de 50 años.
Para diagnosticar esta enfermedad se requiere una correcta anamnesis y exploración física; no obstante, la clave en el diagnóstico es hacer un cateterismo cardíaco.
Existen fundamentalmente tres pilares dentro del tratamiento de la enfermedad coronaria. Por una parte, el tratamiento médico, que queda para casos leves, y, por otra parte, el intervencionismo coronario y la cirugía coronaria. Tenemos diferentes escalas de gravedad para decidir cuándo un paciente necesita un tratamiento percutáneo o cuándo es candidato para una intervención quirúrgica de revascularización coronaria.
La primera prueba que se hace a los pacientes que consultan por dolor torácico es un electrocardiograma; a partir de aquí, dependiendo de la gravedad del cuadro, se puede hacer una prueba de esfuerzo en los casos estables o directamente un cateterismo en caso de que se trate de un caso claro. El cateterismo es la prueba que nos da el diagnóstico definitivo.
En esta enfermedad tiene un papel muy importante la prevención, ya que, aunque existen casos aislados con pocos factores de riesgo, la gran mayoría de los pacientes presenta factores de riesgo cardiovascular.
Las medidas más importantes que se deben adoptar tanto en caso de prevención primaria como secundaria son las siguientes:
- Dejar de fumar.
- Controlar la tensión arterial.
- Controlar la diabetes.
- Controlar el peso y el perímetro abdominal.
- Evitar una vida sedentaria.
- Dejar de beber alcohol.
Trabajamos de manera conjunta con el Servicio de Cardiología del centro. Dentro del Servicio de Cardiología, la Unidad de Hemodinámica es la más relacionada con esta enfermedad.
Todo el Servicio de Cirugía Cardíaca y la Unidad de Hemodinámica y Cardiología Clínica.
La patología aórtica incluye todas las enfermedades que afectan a la arteria aorta. La arteria aorta es la arteria principal del cuerpo, que sale del corazón y lleva la sangre al resto del organismo. Esta arteria la podemos dividir en cuatro partes: raíz aórtica, aorta ascendente, arco aórtico y aorta descendente. Cada parte puede tener su patología y, al mismo tiempo, tratamientos diferentes.
Los síntomas de la patología aórtica son muy variables y dependen de la parte de la aorta afectada.
Una afectación de la raíz aórtica puede provocar una insuficiencia de la válvula aórtica que conlleva una clínica de insuficiencia cardíaca izquierda con falta de aire, dolor en el pecho o palpitaciones.
Las lesiones de la aorta ascendente, el arco aórtico y la aorta descendente suelen presentar un curso crónico y la mayoría de las veces no suelen manifestar síntomas. Solo en caso de lesión aguda (disección, hematoma o ruptura) el paciente presenta un dolor torácico o abdominal de manera repentina.
La patología aórtica puede afectar a personas desde el nacimiento hasta la senectud sin diferenciación por géneros. Hay factores de riesgo que hacen aumentar la incidencia de la patología: hipertensión arterial, enfermedades del tejido conectivo (síndrome de Marfan, Loeys-Dietz...) o malformación de la válvula aórtica, entre otros.
Para diagnosticar estas enfermedades se requiere una correcta anamnesis personal y familiar, y además es imprescindible llevar a cabo pruebas de imagen como ecocardiografía, angio-TAC de aorta y resonancia magnética.
Es imprescindible conocer y controlar los factores de riesgo que hacen aumentar la incidencia de estas enfermedades. El tratamiento definitivo consiste en el recambio de la parte de la aorta afectada o, en casos seleccionados, el tratamiento endovascular con la colocación de un stent.
Habitualmente, estos pacientes necesitan un ecocardiograma transtorácico o transesofágico, un angio-TAC y, muchas veces, una resonancia magnética.
La prevención de esta enfermedad es posible con el control de la tensión arterial y con un seguimiento correcto con prueba de imagen de la aorta enferma para detectar aumentos de tamaño o posibles complicaciones a lo largo del tiempo.
El Hospital Vall d'Hebron presenta una Unidad de Aorta multidisciplinar formada por Cirugía Cardíaca, Cardiología, Cirugía Vascular y Radiología. Esta Unidad lleva a cabo reuniones de manera periódica, para presentar los casos nuevos y hacer un seguimiento de los conocidos, y se toman decisiones terapéuticas de manera conjunta.
Todos los profesionales de las especialidades mencionadas participan en el tratamiento de esta enfermedad.
Las cardiopatías congénitas son un conjunto de enfermedades que conllevan malformaciones cardíacas y que se diagnostican habitualmente durante la infancia. A estos pacientes se les hace un seguimiento exhaustivo en la Unidad de Cardiopatías Congénitas del Adulto (UCCA) desde el diagnóstico.
Los síntomas de estas enfermedades son extremadamente variables, dependiendo de cuál sea la estructura o estructuras afectadas. Habitualmente se trata de enfermedades muy complejas que conllevan, aparte de la malformación, una situación hemodinámica diferente de la fisiológica y que limitan o alteran la calidad de vida de los pacientes.
Estas enfermedades afectan a los pacientes desde el nacimiento, aunque algunas se pueden diagnosticar durante la edad adulta.
El diagnóstico de estas enfermedades es muy variable, dependiendo del tipo; sin embargo, aparte de una correcta anamnesis y exploración física es indispensable la realización de pruebas de imagen cardíaca como la ecocardiografía (transtorácica o transesofágica), la resonancia magnética, el angio-TAC y otras como el cateterismo cardíaco.
El tratamiento médico es importante para mejorar la sintomatología de estos enfermos; no obstante, la mayoría de los pacientes requiere una o varias intervenciones quirúrgicas correctoras a lo largo de su vida.
No hay manera de prevenir una cardiopatía congénita. Lo que sí se está desarrollando en los últimos años son técnicas de diagnóstico prenatal.
El Servicio de Cirugía Cardíaca y la Unidad de Cardiopatías Congénitas del Adulto de Cardiología trabajamos de manera conjunta.
Hacemos el implante, el recambio y la retirada de dispositivos de estimulación cardíaca necesarios en enfermedades del ritmo cardíaco. El ritmo cardíaco se puede ver alterado en diferentes tramos, y en la mayoría de los casos la solución al problema es la implantación de un sistema de estimulación cardíaca. Al mismo tiempo, estos sistemas requieren, a veces, recambiarse o retirarse.
Los síntomas de las enfermedades del ritmo cardíaco pueden incluir desde mareos hasta síncopes propiamente dichos. Aparte, también hay casos de infección de dispositivos, que se presenta con síntomas de infección local (enrojecimiento, calor, supuración...) o con síntomas de infección generalizada (fiebre, escalofríos, disfunción de otros órganos...).
Las alteraciones del ritmo cardíaco pueden afectar pacientes desde el nacimiento (alteración congénita) hasta la senectud, y son más frecuentes en pacientes mayores de 70 años.
El diagnóstico se hace con una correcta anamnesis y exploración física y sobre todo con un electrocardiograma o Holter (electrocardiograma durante 24 horas).
Hay trastornos del ritmo cardíaco que se pueden tratar médicamente, pero la gran mayoría requieren la realización de procedimientos invasivos como ablaciones, implante de dispositivos de estimulación cardíaca y retirada de estos.
En el Servicio contamos con una unidad dedicada exclusivamente a tratar estas enfermedades y somos centro de referencia con respecto a la retirada de dispositivos de estimulación cardíaca, indicada en la gran mayoría de los casos por infección del dispositivo. Tanto es así, que, en la retirada de dispositivos, cubrimos un área sanitaria mayor que la del resto de enfermedades.
Las pruebas más habituales son el electrocardiograma y el Holter de 24 horas.
No hay manera de prevenir los trastornos del ritmo cardíaco.
La Unidad de Dispositivos del Servicio de Cirugía Cardíaca y la Unidad de Arritmias del Servicio de Cardiología trabajamos conjuntamente.
Todos los profesionales de las unidades mencionadas en el apartado anterior.
La enfermedad valvular es la que afecta a al menos una válvula del corazón. Las válvulas del corazón son cuatro y separan las diversas cavidades del corazón. La prevalencia de la enfermedad valvular ha aumentado en los últimos años dada la afectación de personas de edad avanzada.
Los síntomas de la enfermedad valvular dependen de cuál sea la válvula afectada. Si la válvula afectada se encuentra en la parte izquierda del corazón (válvula aórtica o válvula mitral) los síntomas habituales son insuficiencia cardíaca izquierda, dificultad para respirar, reducción de la tolerancia al ejercicio, necesidad de dormir con almohadas...
Por otra parte, si la válvula afectada se encuentra en la parte derecha del corazón (válvula pulmonar o válvula tricúspide) los síntomas habituales son insuficiencia cardíaca derecha, edemas en las piernas, aumento del tamaño del hígado, acumulación de líquido en el abdomen...
La enfermedad valvular puede afectar a pacientes desde el nacimiento (enfermedad congénita) hasta la madurez. Actualmente, los pacientes más afectados son los mayores de setenta años, ya que la causa más frecuente de la enfermedad valvular hoy en día es la degeneración o la calcificación. La distribución por géneros es similar.
Para hacer el diagnóstico de la enfermedad valvular, hay que hacer una correcta anamnesis y exploración física; aun así, el diagnóstico definitivo se lleva a cabo mediante una ecocardiografía. Con la ecocardiografía podemos tanto ver la válvula afectada como hacer una valoración global del estado del resto de estructuras del corazón.
El tratamiento médico es útil solo para paliar y mejorar la sintomatología, pero el diagnóstico definitivo es sustituir o reparar la válvula afectada.
La sustitución o la reparación valvular se hace mayoritariamente de manera quirúrgica; no obstante, existe la posibilidad de hacer un tratamiento percutáneo, técnica que se deja para pacientes con alto riesgo quirúrgico.
La prueba más habitual en estos pacientes es la ecocardiografía, que puede ser transtorácica o transesofágica. Esta prueba sirve tanto para hacer el diagnóstico como para el seguimiento de esta enfermedad.
La prevención de esta enfermedad consiste en evitar los factores de riesgo cardiovascular, aunque no existe una relación directa entre estos y la presencia o gravedad de la enfermedad valvular.
La enfermedad valvular se trata conjuntamente con los servicios de Cirugía Cardíaca, Cardiología Clínica, la Unidad de Ecocardiografía y la Unidad de Hemodinámica.
El coronavirus SARS-CoV-2 es un virus conocido como síndrome respiratorio agudo coronavirus 2 que se observó por primera vez a Wuhan (Hubei, China) en diciembre de 2019. Este nuevo virus es el causante de una dolencia infecciosa, conocida como COVID-19, que provoca infecciones respiratorias a las personas. En la mayoría de casos, ocho de cada diez, los síntomas son leves. Es importante contactar con el 061 en caso de fiebre, tos, dificultad para respirar y si has viajado o has estado en contacto con una persona procedente de las zonas de mayor riesgo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado el coronavirus SARS-CoV-2 como una crisis internacional de salud pública.
El coronavirus es una familia de virus que circula entre los animales. Algunos tipos de coronavirus pueden afectar también a las personas, causando infecciones respiratorias, como es el caso del coronavirus SARS-CoV-2.
En un 80% de los casos, los síntomas son leves y se pueden confundir con los de una gripe:
Estos síntomas pueden aparecer de forma gradual acompañados de congestión nasal o dolor en la garganta. Los casos moderados pueden ir acompañados de una sensación de falta de aire y, en los más graves, la infección provoca complicaciones más severas, como la neumonía. Según los datos actuales, hay personas que se han infectado pero no han desarrollado ninguna sintomatología ni se encuentran mal. A pesar de que en la mayoría de casos los síntomas son leves, algunas personas, con pronóstico más grave, han muerto.
El coronavirus SARS-CoV-2 puede infectar a cualquier persona, independientemente de su edad. Aun así, se han detectado dos grupos con mayor riesgo:
El riesgo de infección es superior en aquellas zonas en las que hay casos diagnosticados de coronavirus SARS-CoV-2. Por eso, hace falta que todo el mundo tome medidas de protección, como por ejemplo, mantener una buena higiene de manos o taparse la boca con el codo o con un pañuelo de papel al toser.
Los estudios realizados hasta el momento apuntan a que el coronavirus SARS-CoV-2 se transmite por vía respiratoria, de persona a persona, a través de las gotitas procedentes de la nariz o de la boca que salen propagadas cuando una persona infectada tos o exhala. El contagio se produce cuando estas gotitas son exhaladas por una persona sana o bien cuando estas caen en un objeto o superficie que posteriormente toca la persona y después, sin desinfectarse las manos, se toca los ojos, la nariz o la boca.
Entre la infección por el virus y la aparición de los primeros síntomas de la dolencia, se calcula que puede haber un periodo de incubación de entre uno y catorce días. De media se estima que este es de cinco días.
El diagnóstico se realiza a través de una prueba específica de detección de la COVID-19.
Actualmente, no existe un tratamiento específico para el coronavirus SARS-CoV-2, solo tratamiento de apoyo. En los casos más leves, el tratamiento es similar al de la gripe: analgésicos para controlar la fiebre y mantenerse correctamente hidratado. En los casos más graves, si el paciente requiere apoyo ventilatorio, a causa de una neumonía o insuficiencia respiratoria, el paciente es ingresado en la UCI. Además, se están realizando ensayos clínicos para encontrar una vacuna o un tratamiento farmacológico específico para prever o tratar la COVID-19.
La sífilis una infección de transmisión sexual producida por una bacteria que se denomina T. pallidum. Puede tener complicaciones muy graves cuando no se trata, pero es fácil de curar con el tratamiento adecuado.
Su detección y tratamiento lo realiza un equipo médico experto desde la Unidad de ITS del Centro de Salud Internacional y Enfermedades Transmisibles Vall d’Hebron-Drassanes y la Unidad de VIH-ITS del Hospital Universitario Vall d’Hebron.
Se puede adquirir por mantener relaciones sexuales orales, vaginales y/o anales desprotegidas con una persona afectada por la sífilis. En mujeres embarazadas se puede transmitir al bebé a través de la placenta.
La sífilis tiene diferentes fases.
En una fase inicial aparece un chancro –una lesión ulcerada que no duele, por eso puede pasar desapercibida–, habitualmente en la zona del contacto (en boca, pene, vulva/vagina, ano/recto).
Si no se trata, deriva hacia una segunda fase, conocida como secundarismo sifilítico. En esta fase las lesiones más frecuentes son las cutáneas, con lesiones eritematosas que afectan a las palmas de las manos y las plantas de los pies, aunque se puede manifestar con muchos otros síntomas como cansancio, dolor de garganta, incluso afectación ocular.
Si no se trata, la infección entra en un periodo de latencia que puede durar años, en el que no da ninguna sintomatología y la única forma de diagnosticarla es realizando una analítica.
El periodo de latencia en la sífilis tiene dos fases: la precoz, durante el primer año, y la tardía que se manifiesta después de un año de la infección. A la larga, a los 20-40 años, un porcentaje de pacientes puede sufrir afectación neurológica (deterioro cognitivo o dolor neuropático en extremidades inferiores) o cardíaca (aneurisma). Pero si se reciben antibióticos adecuados en cualquier fase o estadio de la sífilis, la infección se puede curar. Actualmente es muy raro llegar a fases tardías.
En las mujeres embarazadas se puede transmitir al feto, lo que provoca el aborto o enfermedades graves en el recién nacido, como la sífilis congénita. Por eso, a toda mujer embarazada se le debe realizar una analítica de sífilis y tratarla en el caso de que salga positiva.
Habitualmente el diagnóstico se realiza por una prueba en sangre, en la que se miran los anticuerpos que genera la infección. Si hay lesión se pueden realizar pruebas directas para detectar la bacteria en la lesión.
El tratamiento más adecuado de elección sigue siendo la penicilina inyectada (intramuscular). El número de inyecciones requeridas puede variar según la fase en la que se encuentre la enfermedad, pudiendo ser una única inyección o tres (una inyección cada semana). En el caso de que haya síntomas, puede dar fiebre en las primeras 24 horas.
El tratamiento es curativo, pero es necesario realizar analíticas de control de forma periódica para su confirmación.
A pesar de que en la sangre se puedan detectar anticuerpos tras la curación, si se entra nuevamente en contacto con T. pallidum puede producirse reinfección y presentar un nuevo episodio.
Si tiene sífilis hay que avisar a las personas con las que se han mantenido relaciones sexuales en los meses anteriores. El número de meses variará según la fase en la que se haya diagnosticado. Así, si es durante la fase primaria, se debe avisar a las personas con las que se han mantenido relaciones 3 meses atrás, y si es en la fase secundaria, 6 meses atrás.
La gonorrea es una de las infecciones de transmisión sexual más frecuentes en el mundo. Su detección y tratamiento lo lleva a cabo un equipo médico experto desde la Unidad de ITS del Centro de Salud Internacional y Enfermedades Transmisibles Vall d'Hebron-Drassanes y la Unidad de VIH – ITS del Hospital Universitario Vall d'Hebron.
La gonorrea es una infección curable producida por una bacteria que se transmite de persona a persona a través de las relaciones sexuales: genitales, anales y orales. Según las prácticas sexuales, la infección se puede localizar también en el ano y en la garganta.
En muchos casos, la gonorrea no provoca síntomas.
En el hombre produce escozor y supuración por el conducto uretral pocos días después del contagio y se puede complicar con la afectación del testículo.
En la mujer puede provocar:
En la mujer, la gonorrea se puede complicar y afectar a las trompas y la pelvis, con posibilidad de causar esterilidad. Otras complicaciones son poco frecuentes.
El bebé también puede adquirir la infección al nacer si la mujer embarazada sufre gonorrea y el niño no recibe la profilaxis adecuada. Para evitarlo, se le aplica un tratamiento preventivo en el momento del parto.
La gonorrea afecta a personas que tienen relaciones sexuales no protegidas, sin utilizar un preservativo, con otra persona infectada por esta enfermedad de transmisión sexual.
Para hacer un diagnóstico es necesario tomar muestras con un escobillón de las secreciones genitales y remitirlas al laboratorio para realizar las pruebas correspondientes que confirmen la infección. Para diagnosticar la infección de la garganta o el ano hay que tomar muestras de estas zonas.
El tratamiento habitual consiste en administrar una sola dosis de antibiótico derivado de la penicilina inyectado en la nalga, si no hay alergia o alguna otra contraindicación.
También se deben evaluar y tratar, si es necesario, a las parejas sexuales, aunque no tengan síntomas.
Para prevenir la gonorrea hay que protegerse utilizando el preservativo cuando se tienen relaciones sexuales fuera de una pareja estable y sana.
La dermatitis atópica, también llamada eczema atópico, es la enfermedad cutánea inflamatoria crónica más frecuente en los niños. Se manifiesta en forma de brotes de áreas de piel enrojecida con descamación –eczemas– más o menos extensos con intenso picor, que provoca la necesidad de rascarse. Ello lleva a la formación de heridas sobre los eczemas, que se sobreinfectan con frecuencia. Es una enfermedad que afecta a la calidad de vida de los pacientes y de quienes les rodean.
La dermatitis atópica es una enfermedad cutánea inflamatoria crónica. Se caracteriza por la presentación en forma de brotes, la posibilidad de ser reversible y por tener una progresión impredecible durante la vida del paciente. Es la enfermedad cutánea más frecuente en los niños. Los pacientes presentan una piel seca que pica mucho, además de una respuesta inmunitaria hiperactiva a factores ambientales. El intenso picor lleva a un rascamiento descontrolado que produce heridas sobre los eczemas. Estas pueden complicarse con infecciones y pueden causar gran ansiedad a los pacientes y a sus familias.
La dermatitis atópica es una enfermedad multifacética que se deriva de la combinación de múltiples factores, entre ellos:
Los síntomas habituales de la dermatitis atópica son:
La presentación clínica, características de los síntomas y signos iniciales dependen de la edad de los pacientes, pero, en todos ellos, los pliegues axilares e inguinales no suelen estar afectados.
Es la enfermedad cutánea más frecuente en los niños. Suele iniciarse en la edad infantil y en la mayoría de los casos se resuelve en la adolescencia. Aunque una parte de los pacientes pediátricos mantiene la enfermedad hasta la edad adulta. En ocasiones, la dermatitis atópica también puede iniciarse en adultos, adultos jóvenes o incluso a edad avanzada.
El diagnóstico de la dermatitis atópica siempre se hace según criterios clínicos y en general no requiere pruebas complementarias. Actualmente, el diagnóstico y la evaluación de la gravedad de la enfermedad son clínicos y los realiza el médico mediante un reconocimiento del paciente.
Debe valorarse la biopsia cutánea para excluir otras afecciones como el linfoma cutáneo de linfocitos T en fase inicial, la psoriasis o la dermatitis herpetiforme, entre otras.
La dermatitis atópica no es una enfermedad alérgica, pero los niños que la padecen pueden sufrir:
Si se asocia o se sospecha que coexiste rinitis, conjuntivitis alérgica o alergia a algún alimento, se remitirá al paciente para estudio al Servicio de Alergología.
El principal objetivo del tratamiento es mantener la piel sin brotes de eczema. Por ello, se pautan medidas higiénicas para mantener la piel hidratada y menos susceptible de inflamarse. Además, se recomienda evitar los factores externos que puedan desencadenar la inflamación de la piel.
En el control del brote leve a moderado de dermatitis atópica, con el fin de reducir la inflamación y el picor, se utilizan corticoides tópicos, inmunomoduladores tópicos y antihistamínicos orales. En caso de sobreinfección de los eczemas pueden ser necesarios antibióticos tópicos u orales.
El control de los brotes severos puede requerir tratamientos sistémicos, como son:
La prevención es fundamental para evitar la respuesta inflamatoria que llevaría al eczema:
La anemia se produce por la disminución de los glóbulos rojos en la sangre, también denominados hematíes, dando lugar a un descenso de los niveles de hemoglobina. Los glóbulos rojos se ocupan fundamentalmente del transporte del oxígeno a los diferentes tejidos. La anemia puede estar causada por una enfermedad hematológica, pero también puede ser una manifestación de otras enfermedades.
La anemia aparece cuando descienden los niveles de hemoglobina respecto a los valores de normalidad que dependen de la edad y del sexo, y que nos aparecen indicados en los resultados analíticos realizados, aunque existen algunas pequeñas diferencias entre unos laboratorios y otros.
Como consecuencia, los pacientes no tienen bastante sangre rica en oxígeno, hecho que les provoca sensación de cansancio, debilidad, palpitaciones, mareo y dolor de cabeza, entre otros síntomas. Es muy importante conocer las causas, pero también poner un tratamiento, ya que una anemia grave o prolongada puede afectar al corazón, al cerebro y a otros órganos.
La sangre tiene diferentes componentes, entre ellos los glóbulos rojos, los blancos, las plaquetas y el plasma. En algunos tipos de anemia, todos ellos están disminuidos.
Hay tres causas principales de la anemia:
Si se presentan signos o síntomas de anemia, hay que acudir al médico. En caso de que se diagnostique la enfermedad, el tratamiento depende de la causa y la gravedad. Existen muchos tipos de anemia que tienen causas y características específicas:
El síntoma más frecuente de la anemia es el cansancio y la sensación de agotamiento y debilidad. A las personas con anemia les cuesta tener energía suficiente para realizar las actividades habituales.
Pueden presentarse otros signos y síntomas de la anemia porque el corazón debe trabajar más para bombear sangre rica en oxígeno por el cuerpo y son:
Según los informes de la OMS, la anemia afecta en todo el mundo a 1.620 millones de personas, el 24,8 % de la población, dependiendo mucho de la situación económica de los países.
La máxima prevalencia se produce en los niños en edad preescolar y la mínima, en los hombres. No obstante, el grupo de población que cuenta con el máximo número de personas afectadas es el de las mujeres no embarazadas.
Como la anemia no siempre produce síntomas, el médico puede descubrirla en el momento de efectuar las pruebas. Es posible que, en alguna visita rutinaria o por motivos diferentes, el médico pregunte al paciente si tiene alguno de los signos o síntomas de la anemia, o bien si ha sufrido una enfermedad o problema de salud que pueda causarla.
Para determinar la gravedad de la enfermedad y averiguar su origen, se tiene que hacer un pequeño examen, que debe incluir las exploraciones siguientes:
El médico también puede llevar a cabo un examen pélvico o rectal para detectar fuentes de pérdida de sangre.
Los análisis de sangre ayudan a determinar el tipo de anemia y la gravedad. Entre las pruebas indicadas, destaca el hemograma completo.
A veces, hay que hacer otras pruebas:
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