Somos la suma de cuatro hospitales: el General, el Infantil, el de la Mujer y el de Traumatología, Rehabilitación y Quemados. Estamos ubicados en el Vall d'Hebron Barcelona Hospital Campus, un parque sanitario de referencia internacional donde la asistencia es una rama imprescindible.
El paciente es el centro y el eje de nuestro sistema. Somos profesionales comprometidos con una asistencia de calidad y nuestra estructura organizativa rompe las fronteras tradicionales entre los servicios y los colectivos profesionales, con un modelo exclusivo de áreas de conocimiento.
¿Quieres saber cómo será tu estancia en el Hospital Universitario Vall d'Hebron? Aquí encontrarás toda la información.
La apuesta por la innovación nos permite estar en vanguardia de la medicina, proporcionando una asistencia de primer nivel y adaptada a las necesidades cambiantes de cada paciente.
El cáncer se caracteriza por un crecimiento descontrolado y excesivo de células que invaden y estropean los tejidos y órganos. Es una enfermedad multifactorial que se debe a la combinación de factores genéticos y ambientales. La mayoría de los cánceres son esporádicos, pero un 5 %-10 % de los diagnósticos de cáncer tienen un origen genético hereditario. Eso quiere decir que en genes concretos, denominados genes de predisposición al cáncer, hay alteraciones genéticas germinales (presentes en todas las células de nuestro cuerpo) que aumentan el riesgo de desarrollar cáncer. Es importante remarcar que NO es hereditario el cáncer, sino la predisposición genética a desarrollar uno. Tener una alteración genética de susceptibilidad al cáncer confiere un riesgo mayor de desarrollar la enfermedad, no la certeza. Esta predisposición genética se puede transmitir de padres a hijos, normalmente siguiendo un patrón de herencia autosómica dominante, lo que quiere decir que hay un 50 % de posibilidades de transmitir el gen alterado a la descendencia. En algunos casos, la susceptibilidad genética es individual y fruto de la combinación de múltiples diferencias genéticas (combinación de polimorfismos o variantes de bajo riesgo). La identificación de una alteración genética asociada a un riesgo conocido de desarrollar cáncer en una familia permite que sus miembros se beneficien de medidas de detección precoz del cáncer, prevención e, incluso, de tratamientos dirigidos específicos contra el cáncer.
Hay diferentes genes que se asocian a un aumento del riesgo de sufrir cáncer. Entre los más frecuentes y conocidos están los genes:
Genes APC y MUTYH para la poliposis adenomatosa familiar –aparición de un gran número de pólipos de tipo adenomatoso (tumores no malignos) en el colon– y cáncer de colon.
Hay diferentes signos clínicos de sospecha de la existencia de una alteración genética hereditaria que predisponga a ciertos tipos de cáncer como son, por ejemplo:
Cuando se detectan estas condiciones se derivan a la unidad de asesoramiento genético en cáncer, donde se valora si se tiene que hacer un estudio para descartar una predisposición hereditaria al cáncer. Esta unidad multidisciplinar está formada por médicos especialistas en cáncer hereditario y asesores genéticos. Aquí se hace una evaluación individualizada del riesgo, las pruebas genéticas oportunas y el seguimiento de los portadores.
Hay diferentes síndromes de predisposición genética al cáncer. Por ejemplo, hay diferentes genes que pueden conceder predisposición genética al cáncer de mama. Los más importantes son:
La predisposición genética al cáncer de colon se diferencia entre cáncer de colon polipósico y no polipósico.
Hay diferentes tipos de cáncer de colon polipósico. La poliposis adenomatosa familiar (PAF) es la que presenta un riesgo más alto de desarrollar cáncer de colon. Se caracteriza por la presencia de centenares o miles de lesiones poliposas en el colon, y a veces también en todo el aparato digestivo. Los pólipos no son lesiones malignas, pero sí que pueden llegar a degenerar y desarrollar un cáncer. Por eso, las personas con PAF acaban desarrollando cáncer de colon si estos pólipos no se eliminan. Las alteraciones patogénicas en el gen APC provocan esta condición. Además, las personas portadoras de alteraciones en el gen APC también tienen riesgo de sufrir otros tumores o alteraciones (hepatoblastomas, tumores de tiroides y tumores desmoides).
El síndrome principal de predisposición al cáncer de colon no polipósico es el síndrome de Lynch. Este síndrome confiere un alto riesgo de desarrollar cáncer de colon y endometrio, así como riesgo de desarrollar cáncer de ovario, vías biliares, vías urinarias o gástrico. Está causado por alteraciones en los genes que se encargan de la reparación del ADN, específicamente cuando este no está bien emparejado, y son los genes MLH1, MSH2, MSH6, PMS2 y EPCAM.
También hay predisposición genética a tumores endocrinos. Los feocromocitomas y paragangliomas son tumores poco frecuentes que en un 40 % de los casos pueden aparecer a causa de una alteración genética hereditaria. Puede ser a causa de alteraciones en los genes llamados succinato deshidrogenasa (SDHx), gen RET (síndrome MEN2), gen MEN1, gen NF1 (neurofibromatosis tipo 1) o el gen FH, entre otros.
El diagnóstico genético se suele hacer a partir de una muestra de sangre y también de una muestra de saliva o una biopsia de piel. De aquí se extrae el ADN (presente en el núcleo de nuestras células) para analizarlo.
Hay diferentes técnicas de estudios genéticos. Actualmente en nuestro centro estamos haciendo estudios de paneles de genes. Eso quiere decir que se analizan diferentes genes relacionados con la predisposición genética al cáncer para descartar si tienen alguna alteración, lo que se denomina secuenciación genética.
Cuando en una familia ya hay una alteración genética identificada, se puede hacer un estudio predictivo. Este tipo de estudio determina si un individuo comparte la alteración genética presente en la familia.
En función de la alteración genética que se detecte, se pueden indicar diferentes medidas de detección precoz o prevención. Por ejemplo, las personas con una alteración en BRCA1/2 empiezan a hacerse seguimiento de las mamas con 25-30 años de manera anual mediante la realización de una resonancia mamaria y de una mamografía. Las personas con síndrome de Lynch se hacen colonoscopias anuales a partir de los 25 años.
En función del tipo de alteración genética, también está la opción de llevar a cabo cirugías reductoras de riesgo. Por ejemplo, las personas diagnosticadas con PAF, en función de la cantidad de pólipos que tienen se hacen una colectomía profiláctica (extirpación del colon) para reducir su riesgo de desarrollar cáncer de colon.
Las medidas de seguimiento y prevención se trabajan de manera individualizada en las consultas médicas de los especialistas correspondientes. Sin embargo, en la consulta de cáncer hereditario se ofrece asesoramiento genético reproductivo dependiendo de la alteración genética.
El infarto agudo de miocardio (IAM) es la necrosis –degeneración del tejido por la muerte de las células– de una parte del corazón producida por la interrupción del riego sanguíneo (causa isquémica). La causa más frecuente es la obstrucción de una arteria coronaria –las arterias que llevan la sangre al corazón– por un coágulo producido en respuesta a la fisura o la erosión de una placa aterosclerosa. Hay otros mecanismos menos frecuentes que pueden ocurrir en ausencia de aterosclerosis, como la embolia, la disección o el espasmo coronarios. El factor que determina principalmente el pronóstico y el tratamiento inicial es si la obstrucción al flujo de sangre coronario es total y persistente o no. El primer caso es una emergencia médica, ya que todo el miocardio que depende de la arteria obstruida morirá si no se restablece el flujo con rapidez, mientras que en el segundo caso el infarto suele ser más pequeño y el tratamiento no es tan urgente. La presentación clínica, con las características de los síntomas y signos iniciales, y, sobre todo, el análisis del electrocardiograma (ECG), ayudan a distinguir esos dos escenarios. El IAM es una de las principales causas de muerte en todo el mundo, ya que se acompaña de un riesgo elevado de complicaciones graves, como las arritmias malignas, principalmente en las primeras horas de evolución, y es una causa frecuente de incapacidad a largo plazo. A pesar de los importantes avances terapéuticos en las últimas décadas, sigue siendo una enfermedad grave. El diagnóstico y el tratamiento rápidos son esenciales para mejorar el pronóstico.
El síntoma más frecuente es el dolor torácico, que los pacientes suelen describir como un peso en el centro del pecho, a menudo con irradiación a los brazos, al cuello, a la mandíbula o a la espalda, de inicio progresivo e intensidad creciente. A veces se define como un ardor y puede tener otras localizaciones, como la zona del estómago.
A menudo se acompaña de sensación subjetiva de gravedad, sudor frío y náuseas o vómitos. En ocasiones, sobre todo en personas mayores, en las mujeres o en pacientes con diabetes u otras enfermedades crónicas, el dolor no es tan evidente o va acompañado de otros síntomas como ahogo, cansancio o sensación de inestabilidad.
El IAM se puede presentar repentinamente como la primera manifestación de una cardiopatía isquémica, pero con frecuencia los pacientes han tenido antes episodios de dolor torácico de breve duración, a menudo al hacer esfuerzos, que deben poner sobre aviso de la posibilidad de una lesión coronaria inestable. Algunos síntomas asociados, como la dificultad para respirar, la pérdida transitoria de consciencia o el desarrollo de confusión o sopor y debilidad extrema, suelen indicar la presencia de complicaciones graves del IAM, como insuficiencia cardíaca, arritmias o choque cardiogénico.
A muchas personas, ya que la cardiopatía isquémica es la principal causa de muerte en el mundo. Según la OMS, en 2016 ocasionó cerca del 10% de los fallecimientos, por delante del ictus y de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica. En Europa, las tasas de mortalidad por cardiopatía isquémica y por cáncer son bastante parecidas. La prevalencia del IAM y de la cardiopatía isquémica en general es menor en los países mediterráneos que en los países del norte o del este de Europa.
En España se producen unos 100.000 casos de IAM al año, de los cuales casi la tercera parte fallecen antes de llegar al hospital. El pronóstico de los pacientes hospitalizados ha mejorado mucho en las últimas décadas, siendo la mortalidad hospitalaria actual en nuestro medio cercana al 5%.
La prevalencia del IAM aumenta en edades avanzadas. Aunque a menudo se piensa que el IAM es una enfermedad que afecta predominantemente a los varones, su prevalencia es parecida en ambos sexos. Lo que ocurre es que los varones lo presentan a partir de la cuarta década de la vida y en las mujeres su incidencia aumenta unos 10-20 años más tarde, casi siempre después de la menopausia, aunque las mujeres jóvenes también pueden sufrir un IAM.
Cualquier persona puede sufrir un IAM, pero existen factores de riesgo que se relacionan estrechamente con un riesgo aumentado. Los más característicos son los relacionados con cualquier forma de aterosclerosis, como el consumo de tabaco, la diabetes, la hipertensión y la hipercolesterolemia. También encontramos rasgos genéticos asociados a una predisposición aumentada.
Finalmente, hay factores que pueden favorecer la rotura de la placa de aterosclerosis o la respuesta trombótica y desencadenar un IAM, como:
Es esencial identificar cuanto antes a los pacientes con una obstrucción coronaria completa y que, por tanto, precisan tratamiento de reperfusión urgente, que restablece el flujo sanguíneo en las arterias bloqueadas. Cada minuto cuenta en la salvación del miocardio.
Esto se puede hacer en la mayoría de los casos mediante el interrogatorio de los síntomas y el análisis del ECG. Por eso, los pacientes con dolor torácico prolongado u otros síntomas compatibles con un IAM deben contactar en seguida con el sistema sanitario, que ha de hacer de forma inmediata una evaluación clínica y registrar e interpretar un ECG.
La forma más segura y eficaz de proceder es avisando al 112, ya que el Sistema de Emergencias Médicas suele realizar una evaluación más rápida de estos pacientes que la mayoría de los servicios de Urgencias de los ambulatorios o los hospitales. Además, cuando detecta un IAM tributario de cateterismo urgente, pone en marcha el proceso desde el lugar de la primera atención, inicia el tratamiento y traslada al paciente a un hospital capacitado para dicha exploración, y además directamente a la sala de Hemodinámica, donde el equipo tratante ya ha sido activado y lo está esperando, sin pasar por el Servicio de Urgencias para no perder tiempo.
Los pacientes en los que el ECG es normal o muestra cambios isquémicos, pero que no hacen sospechar una oclusión coronaria completa, no precisan un cateterismo urgente y pueden ser evaluados con más calma en el Servicio de Urgencias. El diagnóstico de IAM se confirma por la elevación de los marcadores de necrosis miocárdica en los análisis de sangre.
Desde el momento del diagnóstico, los pacientes con IAM precisan monitorización continua del ritmo cardíaco para detectar y tratar las arritmias ventriculares graves, en caso de que ocurran. Deben ingresar inicialmente en una unidad de cuidados críticos cardiológicos o de cuidados intermedios en función de la evaluación inicial del riesgo, para pasar a planta una vez estabilizados. La duración habitual del ingreso en un IAM no complicado es de 4 a 5 días.
Los pacientes con IAM requieren fármacos antiagregantes plaquetarios y anticoagulantes para combatir la trombosis y, en todos ellos, se recomienda la realización de una coronariografía. Cuando se sospeche una oclusión coronaria aguda, la coronariografía ha de ser urgente para reabrir cuanto antes la arteria obstruida mediante la práctica de una angioplastia, a menudo con la implantación de un estent coronario, dispositivo que reduce el riesgo de que se vuelva a obstruir. Si no se puede realizar una coronariografía urgente, por ejemplo, por estar el paciente en un área muy alejada de un hospital con dicha disponibilidad, pueden administrarse fármacos para disolver el trombo coronario.
En el resto de los casos de IAM, la coronariografía y la revascularización se llevan a cabo durante los primeros días del ingreso. Algunos pacientes pueden requerir cirugía de baipás coronario, mejor que revascularización percutánea con estent por las características de las lesiones. Por otra parte, todos los pacientes reciben fármacos para reducir el colesterol, y aquellos con infartos extensos precisan fármacos específicos para mejorar la disfunción ventricular y el pronóstico. La participación en programas de rehabilitación cardiovascular tras el alta ha demostrado mejorar el pronóstico y favorecer la adherencia a los estilos de vida saludables.
Dentro del subgrupo de los pacientes con complicaciones, algunos pueden requerir la implantación de dispositivos eléctricos, como marcapasos o desfibriladores, y los casos más graves precisan intervenciones agresivas, como:
El riesgo de sufrir un IAM se puede reducir con medidas de prevención higiénico-dietéticas. Es muy beneficioso el ejercicio físico regular y evitar el exceso de peso. La dieta debe ser equilibrada y la dieta mediterránea rica en aceite de oliva virgen, vegetales, frutas, legumbres y pescados, complementada con frutos secos y escasa en carnes rojas y azúcares es la más saludable. Debe eliminarse absolutamente el consumo de tabaco y es prudente evitar la exposición intensa a la polución ambiental, al igual que los esfuerzos extenuantes o las situaciones de grave estrés psíquico.
En pacientes con factores de riesgo cardiovascular a menudo están indicados fármacos para el control del colesterol, la hipertensión o la diabetes, y en pacientes de muy alto riesgo puede estar justificado el tratamiento antiagregante plaquetario profiláctico.
Se estima que más del 5 % de la población sufre diarrea crónica, aquella que persiste cuatro semanas o más, y que cerca del 40 % de estos sujetos son mayores de 60 años. La frecuencia normal de las deposiciones varía de tres veces a la semana a tres veces al día. La diarrea puede definirse como una disminución de la consistencia y aumento de la fluidez de las heces, deposiciones que causan urgencia o malestar abdominal o un aumento en su frecuencia. La consistencia de las deposiciones se determina mediante la escala de Bristol, una tabla visual diseñada para clasificar las heces según su forma y peso en 7 grupos.
Hay que valorar la presencia de:
La lista de causas que pueden ocasionar diarrea crónica es extensa (véase tabla 1 del documento adjunto “Diarrea crónica: definición, clasificación y diagnóstico”) y a menudo se hace necesaria la realización de múltiples pruebas antes de llegar a un diagnóstico definitivo.
Las causas más frecuentes de diarrea crónica en nuestro entorno son la malabsorción de ácidos biliares y las enfermedades funcionales, sobre todo el síndrome del intestino irritable y la intolerancia a hidratos de carbono como la lactosa.
Desde el punto de vista de la práctica clínica es útil clasificar a los pacientes con diarrea en función de si presentan características que sugieren “funcionalidad” –una diarrea que aparece sin ninguna causa orgánica que la justifique– u “organicidad”. Esta distinción es importante, ya que el enfoque diagnóstico de ambas situaciones y el tratamiento varía ostensiblemente.
En caso de que se sospeche una enfermedad orgánica, a menudo se tiene que actuar de manera preferente, a diferencia de cuando la sospecha es de una enfermedad funcional, que puede permitir diferir un poco el procedimiento diagnóstico.
Los síntomas y signos de alarma que obligan a descartar enfermedades orgánicas causantes de diarrea crónica potencialmente graves son:
Actualmente todavía no hay recomendaciones específicas para evitar la aparición de la enfermedad. Se recomienda:
La alergia es una enfermedad del sistema inmunitario caracterizada por una respuesta exagerada a factores externos, conocidos como alergenos, que no son nocivos para la mayoría de los individuos. Estos pueden ser pólenes, hongos, pieles de animales, alimentos, picaduras de avispas o abejas y medicamentos, entre otros. Esta enfermedad se puede manifestar de forma aislada en el ámbito respiratorio (rinitis, asma), abdominal y cutáneo, o en casos graves, con afectación de múltiples órganos y sistemas.
Pueden aparecer aisladamente en el ámbito respiratorio, abdominal y cutáneo teniendo en cuenta la vía de exposición a los alergenos (respiratoria, ingestión...) y producir varias enfermedades como el asma. En casos graves pueden llegar a combinarse síntomas en diferentes órganos y sistemas y producir una situación de riesgo vital conocida como anafilaxis.
Según el área afectada pueden producirse:
En caso de reacción sistémica (anafilaxis) los síntomas mencionados tienen tendencia a combinarse en la primera hora después de la exposición a los alergenos, y a veces, se añaden sensación de mareo y pérdida de conocimiento que requieren urgentemente el uso de medicación y valoración médica.
La OMS ha llegado a clasificar las enfermedades alérgicas entre las seis patologías más frecuentes del mundo. Se estima que pueden afectar al 20% de la población mundial, y los países desarrollados e industrializados están más afectados que el resto.
En nuestro entorno, se calcula que una de cada cuatro personas puede sufrir algún tipo de trastorno alérgico a lo largo de la vida. No obstante, se producen notables diferencias en la frecuencia de presentación de las diferentes enfermedades alérgicas en las áreas geográficas de nuestro país. El asma bronquial, por ejemplo, es más habitual en zonas costeras e insulares que en las zonas del centro de la península, con oscilaciones que van del 1 al 5% de la población general; por su parte, la media europea es del 6%.
No se dispone de datos definitivos de la frecuencia con que se presentan las diferentes enfermedades alérgicas, ya que hay disparidad de resultados en los diferentes estudios. A pesar de ello, sí que tenemos datos fiables sobre el motivo de la consulta a los alergólogos por parte de los pacientes españoles: la rinitis alérgica, el asma y la alergia a los medicamentos ocupan los tres primeros puestos, con una frecuencia del 54, 23 y 17 %, respectivamente.
La rinitis alérgica es el proceso más habitual, que llega a afectar al 21% de la población general española, aunque existen, tal y como ocurre con el asma, diferencias geográficas apreciables; en frecuencia va seguida por la dermatitis atópica, ya que la sufren el 4% de los niños en edad escolar, mientras que la alergia a alimentos afecta al 3-5% de la población infantil, y se reduce a menos del 2% en los adultos.
Durante la segunda mitad del siglo XX las alergias han experimentado un incremento espectacular y han multiplicado su prevalencia por 5 en los países desarrollados. Parece, sin embargo, que la tendencia en la última década es hacia el estancamiento, incluso se observa un ligero decrecimiento.
Las pruebas de alergia se utilizan para identificar las sustancias a las que un paciente está sensibilizado. Se basan en el uso de las pruebas cutáneas, pruebas de laboratorio para el estudio de la presencia de anticuerpos contra los alergenos sospechosos y la exposición controlada a dichos alergenos.
En las enfermedades alérgicas respiratorias, como la rinitis o el asma, es posible medir de manera precisa el grado de afectación mediante técnicas seguras e indoloras, como la espirometría, el óxido nítrico exhalado y la rinometría acústica. Existen otras pruebas diagnósticas de valor incierto o no comprobado en que los resultados se tienen que interpretar con cautela, teniendo en cuenta los conocimientos científicos actuales. En cualquier caso, el alergólogo debe ser siempre el profesional que indique y evalúe todas estas pruebas.
Los tratamientos disponibles para las enfermedades alérgicas varían en función de sus características, de la gravedad y de si están enfocados al alivio de síntomas o a cambiar el curso de la enfermedad:
Actualmente todavía no hay recomendaciones específicas para evitar la aparición de la enfermedad. En el caso concreto de la alergia a alimentos, se ha observado que la introducción precoz de los alimentos considerados tradicionalmente como “alergénicos” a partir del 4-6.º mes de vida, teniendo en cuenta el desarrollo psicomotor y digestivo de los niños, puede reducir el riesgo de aparición de la enfermedad.
El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) es un retrovirus, formado por dos copias de RNA de cadena única rodeado de una cápside. Se transmite por la sangre, por secreciones genitales (sexo sin protección) o de la madre al feto durante el embarazo o en el momento del parto o a través de la lactancia (en caso de que la madre no tenga la infección controlada). El VIH NO se transmite por otras vías, como podrían ser objetos, insectos o contacto físico sin compartir sangre o secreciones.
El VIH se puede prevenir utilizando preservativo en las relaciones sexuales y evitando compartir material que pueda contener sangre infectada.
El VIH infecta a un determinado tipo de defensas del organismo, los linfocitos CD4+. Con el tiempo la cifra de linfocitos va disminuyendo y aumenta el riesgo de sufrir determinadas infecciones por microorganismos (bacterias, virus, hongos y parásitos) que habitualmente no dan problemas cuando el sistema inmunitario funciona correctamente; es lo que se conoce como infecciones oportunistas. Además, el virus infecta otras células del organismo y queda en estado latente en localizaciones como pueden ser los ganglios linfáticos, la mucosa intestinal u otros. Este virus latente es conocido como reservorio viral y es uno de los principales impedimentos para la curación de esta infección.
El síndrome de inmunodeficiencia adquirido (SIDA) se define cuando las cifras de CD4+ bajan por debajo de 200 células/μl o si aparece alguna de las enfermedades (infecciones o neoplasias) que definen este síndrome. Por este motivo, y también para evitar nuevos contagios, es muy importante el diagnóstico precoz de la infección. Toda persona que haya tenido alguna situación de riesgo tendría que hacerse una serología ante el VIH (y otras enfermedades de transmisión sexual), independientemente de que presente síntomas o no. El hecho de sufrir alguna otra enfermedad de transmisión sexual aumenta el riesgo de adquirir y transmitir el VIH.
La infección aguda por el VIH se puede manifestar de forma inespecífica, como cualquier otra infección vírica como podría ser una gripe (fiebre, malestar general, erupción cutánea, aumento de tamaño de los ganglios, dolor en las articulaciones o al tragar, cansancio...) o puede ser completamente asintomática.
Una vez cronificada la infección, pasa un tiempo variable en que el paciente puede estar completamente asintomático, pero durante el cual se puede transmitir la infección. A medida que bajan las defensas (CD4+) puede aparecer clínica relacionada con las patologías asociadas, ya sean infecciones o neoplasias, que pueden afectar a diferentes órganos/sistemas.
Toda persona sexualmente activa tiene el riesgo potencial de infectarse por VIH si desconoce el estado de salud de la persona con quien mantiene relaciones sexuales y no toma alguna de las precauciones siguientes: el uso del preservativo o la profilaxis preexposición (PrEP: tomar una combinación de dos fármacos antirretrovirales sin tener la infección por VIH con el fin de prevenirla en caso de que se entre en contacto con el virus). Afortunadamente, la transmisión por otras vías como la sanguínea o la maternofetal ha disminuido significativamente en nuestro medio, gracias a programas de reducción de daños o el cribado del VIH en embarazadas y donantes de sangre y órganos, entre otras medidas.
El diagnóstico del VIH se realiza en el laboratorio mediante la detección de anticuerpos que el paciente crea contra el virus (pero que no sirven para neutralizar el virus y curar la infección y que quedan positivos de por vida como un marcador de la infección) y la detección directa de partes del VIH, sea antígenos del virus o la determinación del número de partículas de VIH que están circulando por la sangre (carga viral). Se debe tener en cuenta que desde el momento en que el virus entra en el organismo y se detectan estos antígenos/anticuerpos pasa un periodo de tiempo en que todas las pruebas son negativas, que se conoce como periodo ventana. Con las nuevas técnicas actuales, este periodo se ha reducido a 2-3 semanas después de la infección.
Hoy en día se recomienda iniciar el tratamiento antirretroviral a todos los pacientes con infección por VIH, independientemente de la cifra de CD4+ o de la carga viral. La única excepción serían los controladores de élite, que son personas que mantienen la carga viral indetectable sin tratamiento. En el resto de personas infectadas se empieza el tratamiento tan pronto como el paciente está preparado para recibirlo y se tiene la información necesaria para escoger la mejor opción posible en cada caso. Un tratamiento efectivo tiene que hacer que la carga viral sea indetectable, pero no consigue eliminar el VIH del organismo. De este modo se logra preservar/recuperar el sistema inmunitario y reducir la posibilidad de nuevas infecciones. De hecho, cuando el virus está indetectable en sangre gracias al tratamiento antirretroviral no se transmite la infección a otras personas (indetectable = intransmisible).
Existen fármacos de diferentes familias que actúan en diferentes puntos del ciclo de vida del VIH, frenando su replicación dentro del organismo. Así tenemos los inhibidores de la transcriptasa inversa análogos y no análogos de nucleósidos, los inhibidores de la integrasa, los inhibidores de la proteasa y los inhibidores de la entrada.
Actualmente, el tratamiento antirretroviral es en forma de pastillas o en forma de fármacos inyectables de acción prolongada. El tratamiento estándar es una combinación de 2 o 3 fármacos diferentes, que a menudo pueden estar coformulados en dos o un solo comprimido. En estos momentos el tratamiento antirretroviral es de por vida, ya que si el paciente abandona el tratamiento, el VIH latente en los reservorios se activará y volverá a multiplicarse. En función de los fármacos que se estén tomando habrá que vigilar la posibilidad de interacciones con otros medicamentos que reciba el paciente y puede ser necesario un seguimiento analítico o exploraciones específicas para determinados fármacos.
La infección por VIH se ha convertido actualmente en una enfermedad crónica y, con el tratamiento actual, la gente diagnosticada hoy día tiene una esperanza de vida similar a la población general. Si la persona con infección por VIH realiza correctamente los controles y toma la medicación antirretroviral puede hacer una vida completamente normal, y eso incluye tener hijos sin transmitirles la infección. Para el control de la infección se programan visitas rutinarias, habitualmente cada 3-6 meses, en las que a través de una analítica de sangre se mide la cifra de defensas (linfocitos CD4+) y la carga viral.
En esta analítica se miden también otros parámetros para tener controladas otras patologías que el paciente pudiera tener (hemograma, función renal, hepática, lípidos). Además, es posible que se hagan una serie de exploraciones complementarias específicas, como detección sistemática de enfermedades de transmisión sexual, cribado de ciertas neoplasias (cérvix, ano), de patología ósea... En las personas viviendo con VIH también pueden estar indicadas ciertas medidas preventivas como por ejemplo la vacunación contra la gripe o la enfermedad invasiva por neumococo.
La inflamación que provoca la replicación del virus en el organismo también aumenta el riesgo de sufrir enfermedades que encontramos en la población general, como por ejemplo patología cardiovascular, hepática, renal, neurológica o ciertos cánceres, pudiendo aparecer con más severidad o a edades más tempranas. Por este motivo es muy importante que las personas viviendo con VIH controlen los factores de riesgo convencionales y tengan unos hábitos de vida saludables.
Como enfermedad de transmisión sexual, el VIH se beneficia de la detección precoz y del uso de métodos de protección de barrera durante las relaciones sexuales, básicamente el preservativo masculino o femenino. Como ya se ha comentado, en los últimos años se ha estudiado el uso de la PrEP como estrategia preventiva. Esta estrategia ha demostrado una alta eficacia para evitar la infección por el VIH, pero al contrario que el uso del preservativo, tiene el inconveniente de que no protege ante otras infecciones de transmisión sexual.
En caso de la potencial exposición al VIH, se puede realizar también la profilaxis posexposición (PPE), que consiste en administrar una pauta de 3 fármacos antirretrovirales durante 28 días, pero se tiene que iniciar dentro de las primeras 72 horas tras la exposición al virus.
Enfermedades Infecciosas, Farmacia, Medicina Preventiva, Ginecología/Obstetricia, Medicina Interna, Laboratorio general, Microbiología, Inmunología, Neurología, Neumología, Reumatología, Hepatología, Oncología, Hematología.
Habitualmente la hepatitis crónica suele tener un curso silente y producir una inflamación del hígado sin presentar síntomas importantes.
Sea cual sea la causa de la hepatitis, cuando un paciente sufre una inflamación importante, esta inflamación puede superar la capacidad de regeneración del hígado. Cuando esto pasa, se pueden crear cicatrices (que reciben el nombre de fibrosis). Si un paciente tiene muchas cicatrices en el hígado, recibe el nombre de cirrosis hepática. No todas las cirrosis hepáticas están producidas por el abuso del alcohol.
La hepatitis crónica es una inflamación del hígado de duración superior a los seis meses. Las causas más frecuentes de hepatitis crónica son:
Dos terceras partes de los pacientes no presentan síntomas de la enfermedad hasta que ya han desarrollado una cirrosis hepática. En este momento, pueden mostrar síntomas derivados de la cirrosis cómo podrían ser:
- Hipertensión portal; las cicatrices de la cirrosis hacen que el hígado esté más duro de lo normal. Por este motivo, la sangre que intenta entrar en el hígado lo hace con más dificultad, creando una situación que recibe el nombre de hipertensión portal. Los signos más típicos de esta situación son el aumento del tamaño del bazo (esplenomegalia), presencia de líquido en el abdomen (ascitis), arañas vasculares o enrojecimiento de las palmas de las manos. A su vez, la sangre que no puede entrar en el hígado de manera correcta busca caminos alternativos para pasar. Uno de los más frecuentes son las venas del esófago, que se dilatan y forman lo que recibe el nombre de varices gastroesofágicas (dilataciones venosas en el estómago y en el esófago). Algunas veces estas varices se pueden romper y producir hemorragias digestivas en forma de vómitos con sangre (hematemesis) y sangre digerida en las heces (melenas).
- Disfunción del hígado: El hígado tiene principalmente funciones de síntesis (formación de proteínas y lípidos) y depurativas. Cuando el tejido normal del hígado es sustituido por cicatrices, estas funciones se deterioran. Por una parte disminuye la producción de las proteínas que sintetiza (especialmente factores de la coagulación y la albúmina). Por otra, la función mental se deteriora porque las sustancias tóxicas se acumulan en la sangre y llegan al cerebro. En condiciones normales, el hígado las elimina de la sangre, las descompone y posteriormente las excreta en la bilis o en la sangre como subproductos inocuos.
- Algunas personas con disfunciones muy severas del hígado u obstrucciones de la vía biliar pueden presentar coloración amarillenta de la piel (ictericia), prurito y heces de color claro, grasientas y muy fétidas (esteatorrea).
- En muchas personas la hepatitis crónica no progresa durante años, mientras que en otras empeora gradualmente. El pronóstico depende, en parte, de cuál sea la causa de la enfermedad.
Las hepatitis B y C se transmiten la mayoría de las veces por contacto sexual o por adicción a drogas por vía endovenosa. La transmisión también se puede producir en el momento del parto de la madre al hijo. El contagio a través de transfusión sanguínea está hoy en día muy controlado y ya prácticamente no se produce.
La hepatitis tóxica se produce por exposición a tóxicos, algunos muy conocidos, otros por reacción no esperada a fármacos que en la mayoría de la población no causan ningún efecto adverso (idiosincrasia). El abuso del alcohol es el tóxico más frecuente.
La esteatosis hepática está directamente relacionada con el aumento de la obesidad en la población general.
El diagnóstico se basará en tres pilares:
1. Antecedentes familiares, personales y anamnesis:
Los pacientes que sufren hepatitis crónica suelen presentar antecedentes que ayudan al diagnóstico como abuso de alcohol o de drogas por vía parenteral, uso de algunos fármacos, ser hijos de madre con VHC o VHB u obesidad. En caso de personas con hepatitis autoinmune, ellas o sus familiares directos pueden padecer otras enfermedades autoinmunitarias (como diabetes, colitis ulcerosa, lupus, vitíligo, etc.).
2. Exploración física:
Los pacientes pueden mostrar signos característicos de la hipertensión portal (ascitis, arañas vasculares, enrojecimiento de la palma de las manos, circulación colateral en el abdomen). En casos de esteatohepatitis no alcohólica, los pacientes presentan sobrepeso/obesidad.
3. Exploraciones complementarias:
- Analítica general: Se pueden realizar pruebas analíticas que pongan de manifiesto la inflamación del hígado (transaminasas) y la pérdida de sus funciones sintéticas (pruebas de coagulación, albúmina) y depuradora (aumento del amonio). A su vez, se puede llevar a cabo una detección sistemática de la causa que produce la inflamación (serologías virales en caso de sospecha de enfermedad vírica, autoanticuerpos e inmunoglobulinas para la hepatitis autoinmune, cobre en orina y ceruloplasmina para la enfermedad de Wilson, etc.).
- Las pruebas de imagen (ecografía abdominal y TC) evidencian la presencia de un hígado heterogéneo con más o menos fibrosis. Si el paciente presenta cirrosis hepática se pueden ver bordes nodulares y signos indirectos de hipertensión portal (circulación colateral, esplenomegalia, etc.).
- La elastografía puede poner de manifiesto la presencia de fibrosis hepática y determinar su severidad.
- Biopsia hepática: puede servir para ayudar al diagnóstico diferencial (acumulación de cobre en la enfermedad de Wilson, hepatitis de interfase en la hepatitis autoinmune, esteatosis macrovesicular en la esteatohepatitis no alcohólica, etc.). También nos marcará el grado de fibrosis hepática/cirrosis.
El tratamiento dependerá de la causa de la hepatitis crónica
Son principalmente las pruebas analíticas para diagnosticar la causa de la inflamación del hígado y evaluar su disfunción, y la elastografía para valorar el grado de fibrosis.
La vacunación por virus A y B es el mejor tratamiento posible (incluidas en el calendario vacunal). De momento, no se dispone de vacuna para el virus C.
Los métodos anticonceptivos de barrera (el preservativo) permiten evitar el contagio de las enfermedades de transmisión sexual (entre las cuales la hepatitis B y C).
El uso de la vacunación precoz +/- gammaglobulinas contra el virus de la hepatitis B puede prevenir la transmisión del VHB de las madres infectadas a los recién nacidos. La hepatitis tóxica se previene evitando la exposición a los diferentes tóxicos implicados.
Por último, en el caso de la esteatosis hepática, la prevención se realiza mediante programas de educación sanitaria que favorezcan la mejora de los hábitos.
El Trastorno del Espectro Alcohólico Fetal (TEAF) es un síndrome que se caracteriza por déficits cognitivos, conductuales y características físicas causadas por la exposición prenatal al alcohol.
Las características del TEAF pueden dividirse en características físicas (como anomalías faciales), retraso del crecimiento, alteraciones del sistema nervioso y déficits cognitivos y/o conductuales. Un 90 % de los individuos con TEAF presenta también otros trastornos psicológicos, siendo el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) el más prevalente.
Los déficits primarios del TEAF se caracterizan por la presencia de déficits de memoria, atención, problemas de aprendizaje, dificultades para el pensamiento causa-efecto, déficit de habilidades sociales y también de autorregulación emocional. Estas dificultades pueden conducir a complicaciones secundarias como fracaso escolar, problemas legales, conductas sexuales inapropiadas, consumo de sustancias, dependencia y dificultades para incorporarse al mundo laboral en la edad adulta.
A aquellas personas que han sido expuestas al alcohol durante su etapa prenatal.
Para el diagnóstico del TEAF, es necesaria tanto una exploración física como una evaluación neurocognitiva y conductual.
El tratamiento del TEAF es multidisciplinar y requiere a menudo de tratamiento combinado: psicológico y farmacológico. Los abordajes psicológicos que tienen mayor eficacia demostrada son los tratamientos basados en el entrenamiento con habilidades sociales, autorregulación emocional y pautas para padres que permitan manejar mejor los conflictos que supone tener un hijo con TEAF. Un abordaje adecuado del TEAF también requerirá de las adaptaciones pertinentes a nivel escolar.
El seguimiento psicológico incluirá tanto al paciente como a sus padres o tutores. Se dispone de tratamientos psicológicos grupales (para adolescentes y padres), tratamiento psicológico individual y terapia asistida con perros.
Las intervenciones se adaptan a la edad del niño/adolescente y a sus dificultades cognitivas. Antes de iniciar la intervención psicológica, tenemos que disponer de una evaluación neuropsicológica que nos indique cuáles son las funciones cognitivas donde el paciente presenta más dificultades con el fin de adaptar el tratamiento a sus capacidades y que sus cuidadores puedan regular sus expectativas y modificar el entorno en relación con la conducta del niño/adolescente.
Anamnesis clínica. Entrevista psicológica. Exploración neuropsicológica. Evaluación física y, en algunos casos, técnicas de resonancia magnética y electroencefalograma.
La mejor prevención para el TEAF es no consumir alcohol durante el embarazo. Los indicadores de mejor pronóstico para aquellos pacientes afectados de este síndrome son un diagnóstico precoz (antes de los 6 años) y un entorno familiar estable.
El médico de cabecera o pediatra es quien realiza la derivación al Servicio de Psiquiatría.
Nuria Gómez-Barros
Raquel Vidal Estrada
Ana Maria Cueto González
La poliomielitis es una enfermedad muy contagiosa producida por cualquiera de los tres serotipos del poliovirus humano, que forma parte de la familia de los enterovirus. Europa fue certificada como libre de poliomielitis en junio de 2002. La inmunización y vigilancia de la enfermedad continúa garantizando que se mantenga libre de poliomielitis. El síndrome pospolio no tiene un mecanismo causal definido, pero puede afectar entre el 20 % y el 80 % de los pacientes aquejados de poliomielitis.
Los síntomas iniciales son los propios de un cuadro pseudogripal (fiebre, cefalea, dolores articulares y musculares, vómitos, entre otros) y pueden durar hasta 10 días. En sus formas más graves puede llegar a producir una parálisis respiratoria que conduce a la muerte. El síndrome pospolio presenta una nueva debilidad neurológica que puede ser progresiva o abrupta sobre músculos afectos previamente o sin afectación. Puede o no acompañarse de nuevos problemas de salud como son la fatiga excesiva, dolor muscular, dolor articular, intolerancia al frío, disminución de la resistencia física, de la función y atrofia.
Afecta principalmente a los niños y el mecanismo de transmisión puede ser vía fecal-oral o a través de un vehículo común (agua o alimentos contaminados).
El síndrome pospolio afecta a pacientes con 20 años o más de evolución de poliomielitis.
Es un diagnóstico clínico complementado con pruebas de laboratorio y electromiografía (EMG).
Tratamiento sintomático con analgésicos, respirador en el caso de ser necesario, ejercicio suave y posibilidad de aparatos ortopédicos para evitar deformidades o facilitar la función.
En diagnóstico agudo el estudio de secreciones, heces y líquido cefalorraquídeo. EMG en la fase aguda y posterior para llegar al diagnóstico del síndrome pospolio.
La poliomielitis no tiene cura, pero es prevenible por medio de la vacunación.
La hepatitis aguda consiste en una inflamación aguda del hígado que hace que este no funcione de manera correcta. Habitualmente suele estar producida por virus, fármacos u otros tóxicos.
Los síntomas son muy variables y muchas veces pasan inadvertidos. Los más comunes son cansancio, poco apetito, náuseas, dolores musculares y fiebre. En ocasiones aparece tinte amarillo en la conjuntiva de los ojos y la piel (ictericia) y orina oscura (coluria). Los síntomas pueden durar entre uno y tres meses, hasta que se produce la recuperación. Las hepatitis B y C pueden cronificarse.
La hepatitis viral aguda es la causa más frecuente de inflamación del hígado. Hay algunos virus que tienen marcada predilección por infectar el hígado. Básicamente encontramos cinco, que son los virus de la hepatitis A, B, C, D y E. Los virus que con mayor frecuencia producen inflamación aguda del hígado son los virus de la hepatitis A y B.
El virus de la hepatitis A infecta sobre todo a niños y jóvenes, a veces sin síntomas y por lo general se cura espontáneamente sin dejar secuelas. Se contagia por medio de la vía digestiva (alimentos o bebidas contaminadas) o a través de persona a persona en un medio con unas condiciones higiénicas pobres. A pesar de que es prevenible con la vacunación, el mejor método para evitar la transmisión de la enfermedad es mantener unas buenas condiciones higiénico-sanitarias
El virus de la hepatitis B, cuando se presenta de forma aguda, suele afectar a niños y adultos jóvenes no vacunados. En estos casos, el método de transmisión suele ser por vía sanguínea y sexual. La hepatitis por virus B puede cronificarse y, de no ser tratada, puede producir fibrosis/cirrosis hepática (muerte de las células del hígado que son sustituidas por tejido cicatricial). La hepatitis B también puede verse relacionada con la aparición de cáncer de hígado.
La hepatitis B es asimismo prevenible mediante la vacunación.
La hepatitis tóxica es debida a la acción de determinados compuestos químicos, ya sean naturales (p. ej. ingestión de setas tóxicas), de origen industrial (p. ej. tetracloruro de carbono) o medicamentos (p. ej. paracetamol en grandes dosis).
La hepatitis A afecta a niños y jóvenes. Gracias a las mejoras higiénico-sanitarias del país, en la actualidad es infrecuente. La podemos encontrar en pacientes que hayan viajado recientemente a países con mayor incidencia de la enfermedad así como en personas que hayan tenido contacto con ellos. Como decíamos, el mecanismo de transmisión es fecal-oral y se cura generalmente sin ninguna complicación.
La hepatitis B se transmite la mayoría de las veces por transmisión sexual o por vía sanguínea (adictos a drogas por vía endovenosa). La transmisión a través de transfusión sanguínea está en la actualidad muy controlada y prácticamente no se produce. En zonas en las que la prevalencia de la enfermedad es muy alta (países asiáticos principalmente), la manera más frecuente de transmitir la hepatitis B es de madre a hijo durante el embarazo o en el parto (transmisión vertical). En estos casos de transmisión vertical, la hepatitis B se cronifica en más de un 90 % de los casos si no recibe tratamiento adecuado.
La hepatitis tóxica se produce por exposición a sustancias lesivas para el hígado. Estos tóxicos pueden ser fármacos, productos naturales u otros. En algunos casos, la asociación entre el tóxico y la hepatitis está muy bien descrita y es esperable. En otras ocasiones, se produce una reacción no esperada (idiosincrasia). Por último, hay fármacos que no producen toxicidad hepática a menos que se administren en dosis muy superiores a las normales (por ejemplo el paracetamol).
El diagnóstico es principalmente clínico (observación de ictericia, orinas oscuras) y de laboratorio (elevación de los enzimas hepáticos y determinación viral positiva).
Asimismo, durante la evolución de la enfermedad se detecta la aparición o evolución de anticuerpos específicos para cada virus que determinan la respuesta del paciente y su entrada o no en estado de cronicidad.
Con la ecografía abdominal podemos ver si hay complicaciones derivadas de la hepatitis aguda o excluir otras causas que pueden dar síntomas similares.
En general, no es necesario ningún tratamiento específico para la hepatitis aguda, salvo en algunos casos producidos por el virus de la hepatitis B y C. Es importante extremar la higiene personal para evitar el contagio a otras personas.
No se recomienda una dieta específica (siempre que se evite el consumo de alcohol). Tampoco debe hacerse reposo en cama estricto (se tiene que adecuar la actividad física al estado general del paciente).
Básicamente son analíticas que revelan el estado y evolución del hígado y la respuesta que da el paciente para la curación. También las analíticas de sangre pueden revelar la evolución a la cronicidad.
La vacunación para los virus A y B es el mejor tratamiento posible (incluidas en el calendario vacunal). No se dispone por el momento de ninguna vacuna para el virus C.
La hepatitis A se transmite por contacto fecal-oral (comida y bebida contaminada y de persona a persona). La higiene alimentaria es fundamental en este sentido.
Los métodos anticonceptivos de barrera (el preservativo) permiten evitar el contagio de las enfermedades de transmisión sexual (entre ellas la hepatitis B y C).
En países donde la enfermedad es muy frecuente, muchas mujeres embarazadas pueden sufrir la enfermedad y transmitirla a sus hijos durante la fase final del embarazo o en el parto. El uso de la vacunación precoz +/- gammaglobulinas contra el virus de la hepatitis B puede prevenir la infección del niño.
La hepatitis tóxica se previene con la precaución a la exposición de los diferentes tóxicos implicados.
La exposición al sol es el factor predisponente más importante en todos los tipos de cancer de piel , aunque en el caso del melanoma puede existir también una predisposición genética.
La piel está expuesta a todos los factores externos, actuando como barrera y protección. Los rayos ultravioleta, procedentes de la radiación solar tienen la capacidad de alterar las células de la piel y transformarlas en cancerosas. Existe una correlación entre el grado de exposición a los rayos ultravioletas y la probabilidad de tener un cáncer de piel. Asimismo, las personas con la piel más clara tienen mayor predisposición que las que se broncean bien después de una exposición al sol.
El cáncer de piel es el tipo de cáncer más común. Los tipos principales de cáncer de piel son:
El carcinoma de células basales (o carcinoma basocelular) tiene un crecimiento local lento y, si no trata adecuadamente, puede infiltrar los tejidos subyacentes requiriendo intervenciones complejas. El carcinoma de células escamosas (carcinoma escamoso o espinocelular) también puede ser localmente invasivo y en un 5% de casos puede diseminarse a los ganglios linfáticos y extenderse a otros órganos.
El melanoma es mucho menos usual que los otros tipos de cáncer, pero tiene más riesgo de extenderse a otras zonas del cuerpo. Es la principal causa de muerte por enfermedad dermatológica.
En todos los casos el diagnóstico y tratamiento precoces son muy importantes.
Ante lesiones cutáneas de reciente aparición, crecimiento, sangrado o cualquier cambio que se aprecie, el dermatólogo es quien dirigirá el diagnóstico mediante la historia clínica, la exploración física y en la mayoría de casos una pequeña biopsia cutánea.
La biopsia permite distinguir lesiones benignas de malignas y dentro de estas los subtipos de cáncer que pueden tener distintos tratamientos. Toda lesión pigmentada de la piel de reciente aparición o que cambie en poco tiempo debe ser evaluada por un dermatólogo para descartar el melanoma. Por suerte no es lo habitual, pero que debe siempre considerarse por su gravedad.
El cáncer cutáneo es muy frecuente y en el caso de no ser un melanoma, el pronóstico es en general muy bueno. Hay un aumento de posibilidades de padecer algún tipo de cáncer cutáneo de acuerdo con la edad, posiblemente debido a que con los años se acumula la exposición al sol. De ahí la importancia de la protección solar, y especialmente iniciarla ya en los primeros años de la vida, ya que el factor acumulación que suponen las exposiciones repetidas a los rayos ultravioleta solares suma.
El diagnóstico lo realiza el dermatólogo mediante la inspección y la biopsia. Es necesario consultar con el dermatólogo cuando una lesión de la piel es persistente o si una zona pigmentada cambia de forma o de color.
En el caso del carcinoma de células basales o de células escamosas, el tratamiento es precedido por una biopsia, para practicar después una cirugía local de extirpación, su destrucción con frío (crioterapia) o calor (electrocoagulación) y en algunos casos puede ser suficiente aplicar un tratamiento médico en forma de pomada con diferentes principios activos. A veces también es útil la radioterapia.
El caso del melanoma es bien distinto porque después de la biopsia debe evaluarse su extensión y hacer tratamiento local (cirugía) o tratamiento oncológico general, para tratar las posibles extensiones en diferentes órganos (metástasis).
En el caso de los cánceres de piel que no es un melanoma, la prueba más frecuente es la biopsia cutánea. En el caso del melanoma puede estar indicado el estudio de extensión para descartar la afectación de otros órganos (biopsia de ganglio centinel y pruebas de imagen).
Una adecuada protección a la radiación solar es muy importante para la prevención del cáncer de piel. Ello se consigue limitando la exposición directa a pocos minutos, o bien mediante el uso de medios físicos (camiseta, gorra) o el uso de cremas y crema o lociones con filtro solar con índice de foto protección altos (superiores a 30), pero que en ningún caso ofrecen una protección total.
La aceptación de estas condiciones supone que dais el consentimiento al tratamiento de vuestros datos personales para la prestación de los servicios que solicitáis a través de este portal y, si procede, para realizar las gestiones necesarias con las administraciones o entidades públicas que intervengan en la tramitación. Podéis ejercer los derechos mencionados dirigiéndoos por escrito a web@vallhebron.cat, indicando claramente en el asunto “Ejercicio de derecho LOPD”. Responsable: Hospital Universitario Vall d’Hebron (Instituto Catalán de la Salud). Finalidad: Suscripción al boletín del Vall d’Hebron Barcelona Hospital Campus, donde recibiréis noticias, actividades e información de interés. Legitimación: Consentimiento del interesado. Cesión: Sí procede, VHIR. No se prevé ninguna otra cesión. No se prevé transferencia internacional de datos personales. Derechos: Acceso, rectificación, supresión y portabilidad de los datos, así como limitación y oposición a su tratamiento. El usuario puede revocar su consentimiento en cualquier momento. Procedencia: El propio interesado. Información adicional: La información adicional se encuentra en https://hospital.vallhebron.com/es/politica-de-proteccion-de-datos.